miércoles, 13 de mayo de 2015

3er Cuento: Las Monedas del Zorro. Final. -JAPÓN-

3er. Cuento: Las Monedas del Zorro 1era. parte.


Hola!!! ahora viajaremos hacia el Océano Pacifico Norte a un Isla que luce su belleza exótica combinada de tradición y contrastada con alta tecnología: Japón. Uno de los países que desde hace muchos años me han atraído constantemente. 

Recordemos que la presente publicación se realiza A MODO DE BRINDAR ENTRETENIMIENTO Y CONOCIMIENTO CULTURALES DE DIVERSOS PAÍSES Y SIN FINES DE LUCRO. Aclarado el punto continuemos:




LAS MONEDAS DEL ZORRO -FINAL-
 (2007) 
Caeiro, Luis. Cuentos y Tradiciones Japoneses. 
II. EL MUNDO ANIMAL. 3era. Edición. Libros Hiperión 155 (pp 117-201)




 "Acababa de terminarse el segundo pastel cuando oyó pasos que se acercaban titubeantes. De un salto - ya sabemos lo ágiles que pueden llegar a ser los zorros - se escondió tras la imagen de Buda y esperó. Quien entraba muy despacio en el templo era una anciana vencida por los años y que, por la manera de avanzar tentando las paredes, era ciega o poco le faltaba".

- ¡Qué susto me hadado esta buena mujer!- pensó el zorro blanco-. La pena es que ha hecho el viaje en vano, pues el sacerdote tardará en venir; con el trabajo que debe costarle caminar a ciegas. Y, además, no me va a dejar comerme tranquilo mi tercer pastelillo. La pobre se va a pasar el día esperando al sacerdote. Fingiré voz humana para que no le espere -.

-- Buenos días abuela, me temo que hoy el sacerdote no vendrá.
-- Perdone, pero no le entiendo.
--Que hoy no va a venir el sacerdote -- dijo el zorro levantando la voz al darse cuenta de que la buena mujer tampoco oía demasiado bien.
--Muchas gracias, sacerdote san -- dijo la anciana acercándose al altar, sin haberse enterado de nada de lo que le dijo el zorro blanco --, he venido hasta aquí porque hoy es el aniversario de la muerte de mi esposo y quería pediros por favor que rezaseis unas oraciones por él --.

-Además sorda, sordísima, diría yo- pensó el zorro. Lo mejor será que me vaya y vuelva cuando se haya ido esta pobre señora-. Y se disponía a hacerlo cuando se volvió y miró detenidamente a la anciana, que ya había sacado su rosario de oraciones  y esperaba que saliese el sacerdote a rezar por su difunto esposo. -Es una pena que no esté el sacerdote, la pobre parece haber caminado mucho y es posible que hasta se haya perdido al viajar sola y ciega. Si me voy, se va a quedar todo el día ahí arrodillada esperando a que empiece las oraciones un sacerdote que está lejos. Claro que, si yo me disfrazo de sacerdote y rezo las plegarias, ella no se dará cuenta y podrá volver tranquilamente a su casa-.

     Dicho y hecho: entró en la dependencia del templo, buscó un hábito y se vistió con él.

-No sé cómo se pone esta ropa, no me he vestido nunca de sacerdote. Menos mal que no me puede ver, sino, ¿qué manera de hacer el ridículo! - Avanzó con el paso habitual del sacerdote y se colocó ante el altar. -¡Seré tonto!, me h disfrazado de sacerdote para rezar una plegarias y ni siguiera las sé. Ahora no puedo retroceder, veremos que me sale, como es sorda quizás no se dé cuenta-.


     Se sentó ante el altar y con el sonsonete de las oraciones dijo algo así como:

                                            - En  con  tré  un  pas  te  li  to  muy  ri  co

                                         Me  co  mí  dos,  pe  ro  aún  me  que  da  u  no
                                                     quie  ro  co  mér  me  lo  pron  to
                                                            Din - Don,  Din- Don
                                                                       ¡¡¡Chin!!! -

      Como hacía siempre el sacerdote al terminar la oración, tocó la campanilla metálica. La anciana se levantó trabajosa, guardó su rosario, le agradeció con palabras emocionadas la plegaria por su difunto esposo y le dio unas cuantas monedas envueltas. Después se alejó muy lentamente del templo. El zorro blanco devolvió el hábito a su lugar, se comió tan tranquilo su tercer pastel y se fue. Aquella tarde volvió el sacerdote y vio que ya no estaban las ofrendas:

   - Vaya, hoy también ha venido el zorro blanco a comerse las ofrendas, pero ¿qué son estas monedas? ¿Un zorro que paga por comida?, no es posible.-

    Y dicen que durante muchos años el sacerdote pensó en aquellas monedas. de las que nunca supo su origen."





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